¿Por qué deseamos tanto lo que compramos?

Filosofía y Marketing en la sociedad opulenta

La economía, esa compleja disciplina que históricamente nos ha permitido sobrevivir como especie, ha evolucionado mucho más allá de satisfacer necesidades básicas como alimento y vestido. El economista John Kenneth Galbraith en su obra La sociedad opulenta (1958), fue el primero en definir el gran cambio en el estilo de vida de las sociedades modernas y el fenómeno de la dependencia. Él afirmaba que el sistema productivo no solo responde a nuestras necesidades, sino que crea nuevas «necesidades» que antes ni siquiera existían, moldeadas por el marketing y la publicidad.

Un ejemplo perfecto para comprender cómo comenzó este fenómeno lo encontramos en la serie Mad Men, disponible en plataformas de streaming. Ambientada en la Nueva York de principios de los años 60, retrata a un grupo de publicistas cuya misión es clara: inventar deseos, generar aspiraciones y fomentar el consumo. ¿Importa si la necesidad es real? No. Su único objetivo es vender más. En su sorprendente final, el protagonista, perdido en la California de los años flower power, recurre a la filosofía del New Age —alegría, bienestar y conexión espiritual— para imaginar un eslogan icónico de Coca Cola que asocia la felicidad global con una bebida carbonatada.

Tan sólo era el inicio, pero Galbraith sabía que el mundo había cambiado. Los economistas de su tiempo aún eran reticentes a aceptar la influencia de la publicidad, pero hoy es innegable cómo se moldean nuestras necesidades artificiales.

Aún desconocemos cómo será nuestro futuro y cómo el consumo seguirá definiendo nuestras vidas. Sin embargo, mientras la filosofía y la economía continúan debatiendo, una verdad resulta evidente: no deseamos tanto lo que compramos, sino la ilusión que proyectamos en ello.

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